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Conductores matan, huyen y nadie responde

A Juan Pablo Uriza la muerte lo sorprendió, en forma de carro fantasma, un día después de cumplir 23 años.

El pasado 14 de enero, cuando transitaba en su moto por el occidente de Bogotá, el conductor de un carro pesado lo atropelló y se dio a la fuga, según testigos.

‘Juanpis’, como cariñosamente llamaban sus padres y sus tres hermanos a este deportista, diseñador gráfico y estudiante de Publicidad, quedó tendido en el asfalto. Allí murió.

“Yo tengo cuatro hijos, pero el simple hecho de que falte uno solo, se le acaba la vida a uno”, dice Martha Hoyos, la madre de Juan Pablo.

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Las autoridades hicieron croquis, tomaron testimonios y armaron expedientes, pero hoy, seis meses después, como suele ocurrir en estos casos, nadie responde.

“Dejan familias destruidas, con un dolor inmenso e irreparable. Yo sé que nada ni nadie, ni los seguros ni el dinero, me va a devolver a Juan Pablo”, sostiene doña Martha.

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El año pasado, solo en Bogotá, 223 conductores le quitaron la vida a otra persona y huyeron. Esta cifra evidencia dos realidades preocupantes: por un lado, la lentitud de la justicia para identificar, perseguir, capturar y castigar a estos homicidas al volante.

“De manera muy rápida hacen el levantamiento del cadáver, no hay una exploración suficiente técnica y científica de la escena del crimen y después todo eso va sumándose como un factor que contribuye a la impunidad”, explica el abogado penalista César Augusto Reyes.

Y, por otro lado, la indolencia, no solo de los conductores, sino de quienes son testigos de los accidentes y no auxilian a las víctimas ni denuncian a los responsables.

“Estamos en un tiempo donde la insensibilidad reina, donde la gente se aprovecha de las circunstancias”, lamenta Francisco Uriza, padre de Juan Pablo, al recordar que una persona le robó un millón de pesos con la promesa de que le diría quién era el asesino de su hijo.

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Todo ciudadano está obligado a socorrer a una persona que esté en peligro. El código penal advierte que “el que omitiere, sin justa causa, auxiliar a una persona cuya vida o salud se encontrare en grave peligro, incurrirá en prisión de dos a cuatro años”.

¿Y el conductor que atropella qué delitos comete? Inicialmente puede hablarse de un homicidio culposo, es decir, fortuito, por omisión o imprudencia. Pero si huye y además maneja borracho o drogado, podría responder por homicidio doloso, con penas más severas.

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“El peor error que pueda hacer es abandonar sin justa causa el lugar de los hechos, porque esa agravante le va a duplicar la pena", advierte el abogado Reyes.

No solo es una cuestión legal. Para personas como la mamá de Juan Pablo es una cuestión básica de humanidad. “¿Por qué se dio a la fuga? Debería asumir sus responsabilidades porque no mató a un animalito, mató a un ser humano, mató a mi hijo”, reflexiona doña Martha.

Ella necesita que el conductor la mire a los ojos y le cuente qué pasó, para así terminar de hacer el duelo. “La justicia de la Tierra no resuelve nada de pronto, pero yo sé que de la justicia de Dios no se va a escapar”, sentencia.

Y es que, dice la familia de Juan Pablo, el mejor copiloto de un carro fantasma es una justicia fantasma.

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