Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Push Noticias Caracol
Reciba nuestras notificaciones con lo último de:
Ahora no
Activar

Publicidad

La guacherna en carnaval electoral en Soledad (Crónica)

Habitantes de Soledad, Atlántico
Habitantes de Soledad, Atlántico

Una inmensa marrana avanza entre las calles del mercado de Soledad, en el Atlántico. A paso resuelto, el porcino negro es temido por los niños por su feroz apariencia. La criatura que nadie ha tenido a bien bautizar -quizás por su inminente destino de perecer en el próximo diciembre- tiene en las basuras y la putrefacción su paraíso.

El lodazal preferido de la marrana es un caño que en la actualidad es el principal dolor de cabeza de los soledeños. La cochambre en la que el animal chapalea, hace pocas décadas era un pozo de aguas cristalinas, cuyo recuerdo llena de nostalgia a los vecinos.

Jesús Castro mantiene fresca en su memoria las imágenes de una niñez privilegiada. Disfrutó, como pocos, de las bondades de vivir cerca de un brazo del río Magdalena.

"En este sitio -relata el conductor de motocarro- nos tirábamos desde el techo del mercado. Caíamos al pozo de agua y no encontrábamos fondo. Había truchas de colores, bagre, de todo. Después hacíamos sancocho con esa misma agua... De eso ya hace años, ahora no más meter una mano, uno fijo que se infecta".

Publicidad

En búsqueda del paraíso perdido

Del oasis, como refiere el humilde lugareño, no queda más que el recuerdo. Las aguas infectas, repletas de desperdicios, tienen por lecho toneladas de basura.

Publicidad

 

A escasos pasos se encuentra la venta de pescado, desescamado a las riberas de la insalubre ribera y ofrecido en medio del revolotear de miles de moscas. El espectáculo es deplorable.

"Los pescadores son los que sufren. Ahora tienen que recorrer hasta tres kilómetros para poder conseguir algo", cuenta Osiris Díaz, líder comunitaria del barrio La Bonga.

En medio de la pérdida, asoman problemas sanitarios tanto o más delicados. Los viven en sus hogares los soledeños de varios barrios, entre ellos La Bonga y 7 de Agosto. En la temporada de invierno, que abarca casi medio año, los pobladores sufren hasta para sus necesidades más básicas.

Publicidad

Iván Barceló explica el tormento que implican actividades tan simples como ir al baño: "Cada vez que llega la lluvia, los mismos problemas. Las aguas se devuelven en los bacines (sanitarios), es un despelote".

"Como las alcantarillas son insuficientes, las aguas se desbordan y van a morir al caño que está sedimentado. Y ahí no hay tránsito. La arena, todo el sedimento, ha llenado de lodo y de basura. Como a la administración no le ha dado por canalizar, estamos en las mismas", complementa Barceló, al tiempo que señala una maraña de escombros desperdigada a lo largo de lo que en algún tiempo fue un caudal pristino.

Publicidad

En el mercado, un vendedor de pescado que observa la entrevista, grita desesperado por la situación: "solo pedimos que al menos nos draguen esto, así sea".

Promesas

Mientras que continúa el deterioro ambiental, las promesas vienen y van, con la frecuencia de las elecciones. La última asistencia la obtuvieron los soledeños casi que por la fuerza en el Concejo.

"Vinieron una vez porque los sacamos del Concejo a la brava. Ahí sí salieron corriendo y llegaron enseguida. Nos trajeron un camión de tablas para que hiciéramos un puente, arena y sacos para que levantáramos las casas. Después hicieron un sancocho y ni más", recuerda Jesús Castro.

Publicidad

 

Publicidad

Del tema de la política peregrina y generalmente desagradecida habla también Elvira Cabarcas, una humilde mujer que vende minutos a celular al lado de la iglesia principal. "Llegan los mismos con los mismos embustes, así como los concejales, que en campaña son amigos de uno, pero después no se dejan ni ver", dice.

El drama de Elvira es mayor, tiene una hija con un tumor cerebral. Su debilidad es conocida por los políticos que le ofrecen tratamientos para su niña, los cuales nunca son llevados a cabo. Ya son siete años de vía crucis. Por eso, para ella, la época electoral es una temporada un cuanto más amarga.

"Todo siempre ha sido así, la desgraciada política acá en Soledad", lamenta Iván Barceló.

"Ya empezaron a repartir las láminas de eternit, cielo raso, cemento, siguiendo con la corrupción como senadores y representantes a las cámara", denuncia.

Publicidad

Aquí la política pareciera no consistir en el arte de hacer posible lo necesario, sino en identificar necesidades o debilidades para lograr votos con falsas promesas.

Ejemplo de esta situación, señalan varios líderes de Soledad, es el actual alcalde Franco Castellanos. Como la ranchera de Juan Charrasqueado, pareciera que solo su madre lo recuerda con cariño. Sus propios vecinos no le perdonan haberse olvidado de su terruño.

Publicidad

Tanto más, cuando las inundaciones y el apocalipsis sanitario ocurren a apenas una cuadra de la casa en la que nació y que ahora pertenece a sus padres.

"Era vecino de nosotros, vivía a cuadra y media. Sancocho a la lata con ese man. Mera bola'etrapo aquí en la cancha de La Bonga", sintetiza Jesús Castro, quien asegura que nunca en La Bonga se habían sentido tan defraudados.

Llega el Carnaval

En Soledad, como su nombre lo dice, sus habitantes se sienten abandonados y llevan a cuesta una tristeza palpable, pese a la aparente alegría caribeña. Pero se avecina la guacherna, dicen en la Plaza, se avecina el Carnaval. Es el día en que las penas tienen que morir.

Publicidad

Empieza la guacherna, llegan los carros de los políticos, capitalizando el único activo que le queda a esta población al parecer olvidada de sus administradores, la alegría. En medio de marimondas, monocucos, toritos, congos, garabatos, mariamoñitos y mochacabezas, asoma la muerte.

Un político con sonrisa reluciente se acerca nuevamente a Elvira con promesas de tratamientos para su hija. La pequeña observa extasiada el desfile.

Publicidad

Esta noche es fiesta. Igual, mañana será otro día. La resaca del carnaval hará parte del guayabo electoral.

  • Publicidad