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Las tradiciones que marcaron la posesión presidencial en Colombia a través de los años

Más que un acto político era un gran evento social por y para las clases altas bogotanas, que incluía una cena en el Palacio de la Carrera, hoy conocida como Casa de Nariño.

Las tradiciones que marcaron la posesión presidencial en Colombia

Aunque las últimas posesiones presidenciales son el reflejo de la polarización en la que está sumergida Colombia, durante el siglo XX, la transmisión de mando era un gran evento social y religioso.

El 7 de agosto de 1938, Eduardo Santos, antes de jurar como presidente, salió de su residencia en Bogotá, en la calle décima y subió hasta la carrera cuarta a la casa de la familia Rodríguez Fonnegra, donde fue invitado a almorzar un tradicional plato santafereño: un ajiaco.

“Eduardo Rodríguez Gutiérrez, un abogado nacido en El Socorro que se vino a Bogotá, muy cercano al Partido Liberal, muy partidario del regreso del Partido Liberal al poder en el año 30”, contó Juan Carlos Flórez, exconcejal de Bogotá.

Tras la visita de Santos, el almuerzo en esta casa se convirtió en una parada obligatoria para los liberales que llegaban a la Presidencia de la República.

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Vino Alberto Lleras después de la dictadura y después vinieron Carlos Lleras, López Michelsen, Virgilio Barco y el último que vino fue Gaviria”, aseguró Flórez.

Pero hubo un liberal que no fue invitado.

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No invitaron a Turbay porque no pertenecía al mismo grupo social y Turbay se vengó hablando después en un discurso de la oligarquía de La Candelaria”, recordó.

Quienes no enviaron la carta de invitación a Julio César Turbay fueron Anita Gutiérrez Fonnegra y su hermana Inés, las mujeres que siguieron con la tradición de la familia.

“Anita era una socialité, como decimos ahora, una persona muy importante en los círculos sociales bogotanos”, señaló.

Y es que la posesión presidencial más que un acto político era un gran evento social por y para las clases altas bogotanas, que incluía una cena en el Palacio de la Carrera, hoy conocida como Casa de Nariño, y un gran baile en los jardines del Country Club.

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Había sectarismo y también un inmenso clasicismo”, agregó.

Otra parada obligatoria para los presidentes electos era la iglesia del Voto Nacional.

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“Los colombianos decidieron consagrar el país al corazón de Jesús y que lo hiciera su mandatario”, indicó el padre Darío Echeverry, párroco de la iglesia del Voto Nacional.

Tradición que desde la Constitución del 91, en la que se declaró a Colombia como un Estado laico, no se volvió a repetir. A pocas horas de que Gustavo Petro asuma como presidente, el padre Darío Echeverry le extendió la invitación.

“‘Doctor Petro, lo espero en el Voto y me dijo ‘padre Darío, iré al Voto’”, manifestó el sacerdote.

Lo cierto es que, aún sin almuerzo en la casa de la familia Rodríguez Fonnegra y sin liderar la consagración del país ante el sagrado corazón de Jesús, la de Petro es una posesión que pasará a la historia por ser la primera vez que un sector alternativo asume el poder de un país lleno de tradiciones sociales y religiosas.

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