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“Parece que les va mejor a los corruptos”: exmagistrado sacado de su cargo por el cartel de la toga

“Parece que les va mejor a los corruptos”: exmagistrado sacado de su cargo por el cartel de la toga

José Reyes Rodríguez perteneció al despacho de Gustavo Malo y le pidieron la renuncia. Le ha plantado cara a paramilitares, guerrilleros y hasta a DMG.
José Reyes Rodríguez tiene 52 años, un récord impecable como jurista y una tristeza en el alma. En agosto de 2015, el cartel de la toga lo sacó a escobazos de la Corte Suprema De Justicia por cumplir su deber.
En ese entonces, como magistrado auxiliar, le respiraba en la nuca a los senadores Álvaro Ashton y Musa Besaile. Hoy se sabe que pagaron 2.600 millones de pesos por su cabeza, con el objetivo de enterrar, de una buena vez, esos expedientes por parapolítica.
“Por un mes más que yo hubiera estado en la corte, habría salido la orden de captura”, dice Reyes.
Mientras el exmagistrado se quedaba sin trabajo, Besaile y Ashton sonreían a sus anchas en el Congreso como un par de padres de la patria.
Según las confesiones del exfiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno, los entonces magistrados Gustavo Malo, Leonidas Bustos y Francisco Ricaurte se llenaron los bolsillos torciendo la justicia.
Me duele que el país, el Estado, la judicatura, les haya dado la confianza, haya depositado en ellos la confianza para ponerlos en esas dignidades tan altas y ellos hayan respondido de una manera tan miserable”, señala Reyes sobre el vergonzoso hecho.
Él dependía en 2015 del despacho del magistrado Gustavo Malo, hoy enjuiciado y detenido por la misma corte a la que perteneció. Fue Malo quien le pidió la renuncia y quien, según el expediente, engavetó el caso de Musa Besaile.
José Reyes está convencido de que en su determinación por administrar justicia terminó encareciendo las tarifas del cartel.
“Yo sí llego a la conclusión de que posiblemente yo estaba siendo instrumento, digámoslo así, del cartel, para incrementar sus tarifas, porque yo estaba ahí como el perro bravo para significar que era un gran obstáculo, y como no eran fáciles los procedimientos, había que cobrar más, eran mayores las tarifas”, apunta.

Es decir, como había pruebas, la vuelta para esconderlas se tasaba en miles de millones de pesos. Rodríguez desconocía entonces que estaba en la boca del lobo, que su jefe hacía parte de esas fauces y que miembros de la más alta corte de Colombia habían sucumbido a sus principios por su billetera.
Ellos pensaban que la justicia no los iba a alcanzar. Ellos pensaron que estaban por encima de la justicia”, opina.
Reyes salió de la corte, triste y frustrado, pero siempre con el deseo de aportar a la justicia. Un mes después, en septiembre de 2015, terminó integrando la comisión internacional contra la impunidad en Guatemala, que dirigía el también exmagistrado Iván Velásquez. 
Regresó en agosto pasado al país y, desde entonces, ha tocado puertas. Sin embargo, esa rama judicial a la que le ha servido los últimos 28 años, no le ha abierto ninguna. Por ahora, hace consultorías, pero sabe que lo suyo es el servicio público.
Son casi tres décadas enfrentando todo tipo de mafias. Como juez, ha condenado por igual la sevicia paramilitar y la salvajada de las guerrillas, la infiltración del narcotráfico en el proceso 8.000, los magnicidios del cartel de Medellín y los cheques del Cartel de Cali. Hasta la pirámide de David Murcia Guzmán.
Sin embargo, y aunque no lo dice, por muy curtida que tenga la piel, hoy se siente un poco solo. “¿Será que vale del todo la pena entregarlo tanto? Porque en ocasiones parece que les va mejor a los corruptos”, se pregunta.

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