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Ituango, símbolo de la deuda de la paz con los espacios territoriales

Ituango, símbolo de la deuda de la paz con los espacios territoriales

Tras la firma de los acuerdos, 13.000 exguerrilleros entraron al proceso de reincorporación. Actualmente se calcula que 2.901 de ellos permanecen dentro de los ETCRs.  La falta de garantías de seguridad y la lentitud de la implementación de los acuerdos de paz está poniendo en riesgo a los excombatientes.
Ituango, en el norte de Antioquia, tiene 125 veredas.  Las que están en la alta montaña tienen los cultivos ilícitos, las ubicadas más abajo son las que se disputan los más de cinco grupos armados, son los pasos ocultos de droga, armas, minería ilegal y secuestrados.
Este municipio es escenario de guerra y paz. Una de sus veredas más azotadas por los violentos, Santa Lucía, fue elegida como laboratorio de reincorporación.
Allí, hace cuatro años, llegaron 278 hombres y mujeres que le apostaron a la paz, pero hoy ellos están sintiendo miedo, los están matando y están empezando a desplazarse, ese espacio territorial va a quedar dentro de poco totalmente vacío.
El detonante del desplazamiento a cuentagotas fue el asesinato de 12 de sus integrantes, por lo que 70 de ellos salieron para Medellín.
Elmer Arrieta, alias ‘el Flaco’, quien fuera el comandante del frente 18 de las FARC en la región, hoy se encarga de supervisar los cuatro espacios territoriales de Antioquia, asegura que el asesinato de su hijo les llenó la copa.
“Eso a mí me dio muy duro, primero yo no conocía amenazas en contra de él, ni en la dirección del ETCR me dijeron tenga cuidado con su hijo”, cuenta Arrieta.
En enerofue asesinado otro joven desmovilizado. Forzados por el miedo, llegaron al consenso de abandonar el territorio para salvar sus vidas.
“Nosotros ya consideramos que es un genocidio contra los firmantes del acuerdo de paz.  Me siento bastante preocupado”, afirma.
Los proyectos productivos colectivos en que invirtieron como ganadería con producción de leche y queso, fibra óptica de internet para beneficiar al municipio, y el café paramillo, que está teniendo mucho éxito, son algunas iniciativas en las que inyectaron sus ahorros y que están a punto de perder.
El interés del Gobierno era desarmarnos, no era para ayudar al campesino, sino para quitarnos las armas. Yo sinceramente como madre de familia no cogería nuevamente el arma porque ya tengo una niña, pero uno se sentía más seguro en el monte, uno sabía que tenía un enemigo y uno ahorita no sabe ni quien es el enemigo”, expresa Doris, una exguerrillera.
Un laboratorio de paz queda vacío
Juan de Dios, un jefe guerrillero curtido en estas montañas, es el líder actual del espacio territorial, y hoy cuando están a punto de salir, pide seguridad y tierras.  
“Sencillamente nos han mostrado unas tierras que no tiene ningún tipo de garantías, unas fincas sin casa, otras no tienen agua, mejor dicho, no tiene realmente las condiciones para montar un proyecto productivo y vivienda para vivir dignamente”, manifiesta.
“La gran mayoría de la gente del ETCR salimos desplazados, yo tengo que seguir al frente de este personal porque no los puedo dejar abandonados”, asegura.
En el aire queda la pregunta, ¿en que se falló en este laboratorio de reincorporación, pensado y diseñado para la paz? Esto responden el alcalde de Ituango y la iglesia del pueblo.
“El ETCR no era importante para nosotros porque todas las inversiones que entran a ellos no se reflejan en la comunidad. El tema de la reincorporación es venga deme, yo le doy, venga ayúdeme con los proyectos. Los aceptamos y reincorporamos, nos unimos todos a trabajar por un mismo municipio y por una paz entera. Ganamos en el sentido que nos sentimos seguros en muchas zonas por el tema de seguridad que nos está brindando el Ejército, y perdemos en el hecho de que no fue bien formulado porque el Gobierno no ocupó los espacios que debía haber ocupado”, señala Edwin Mauricio Mira, alcalde de Ituango.
El padre Carlos Cárdenas fue párroco de Ituango durante cinco años, y cuestiona por qué no se involucró a la Iglesia en el proceo.
“Yo me pregunto, ¿hay paz?  Hoy estamos peor que muchos años atrás. Porque hace cuatro años la gente se entendía con un solo grupo con las FARC, hoy no saben con quien se tienen que entender, lo cierto es que con una llamada la gente tiene que abandonar sus campos y dejar sus animales. Nosotros como Iglesia decimos faltó algo. Yo soy uno de los que digo ¿por qué no haber metido más a la Iglesia? sabiendo que nosotros estamos en las zonas neurálgicas del país. ¿Por qué no se tuvo más en cuenta la presencia de la Iglesia en el acompañamiento de este proceso, ¿será por la mentira? puede ser”, menciona el sacerdote.
Ituango es tan solo una pequeña muestra de lo que pasa en las 13 zonas territoriales, en los 24 ETCRs que tiene el país frente a una realidad, el recrudecimiento de la guerra.

Vea también: Séptima entrega de La paz: lo firmado y lo cumplido