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“De esta sí no se salva”: testigo del homicidio de Javier Ordóñez narra qué pasó antes del ataque

Wilder Andrés Salazar dice que dos policías los siguieron hasta el parqueadero del apartamento donde vivía su amigo y, “sin mediar palabra”, le dispararon con el taser.

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Una de las personas que estuvo con Javier Ordóñez el día de su muerte, Wilder Andrés Salazar, contó qué pasó minutos antes de que el estudiante de Derecho fuera brutalmente atacado por dos patrulleros en el barrio Villa Luz.

Salazar, que además fue testigo de lo que sufrió su amigo a manos de los uniformados hasta el momento de fallecer, relató que salieron “del apartamento de Javier Ordóñez con otro amigo a comprar una botella de licor, como hacen muchos colombianos y como les gusta a muchos colombianos. Eso no es un delito”.

“Nos dirigimos los tres a un parque muy cercano del apartamento de Javier, cuando fuimos abordados por una patrulla de la Policía motorizada, por dos policías. Hubo un cruce de palabras con mi amigo Javier, a lo cual yo le dije ‘vámonos para la casa a escuchar música, evitémonos inconvenientes’”, agregó.

Según él, emprendieron su regreso “caminando muy despacio hacia el apartamento de Javier. Cuando ya estábamos en el parqueadero de donde vive Javier nos llega por la parte de atrás, por la parte de la espalda, la misma patrulla motorizada y uno de estos policías le grita a Javier: ‘de esta sí no se salva, comparendo no va a haber’, a lo que Javier se voltea y le dice al policía que cuál es su problema, que qué le pasa, y es cuando sin mediar palabra uno de ellos le dispara con la pistola taser”.

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Salazar, esposado y detenido con la víctima, expresó su impotencia por ver cómo “los policías nunca se detuvieron, lo golpearon en varias oportunidades en el rostro y seguían con la pistola taser, pero las descargas ya no se las hacían sobre la ropa, porque él ya tenía la camiseta desgarrada, se lo hacían sobre la piel”.

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Su testimonio es desgarrador sobre lo que pasó durante el traslado al CAI de Villa Luz y cuando ya llegaron a ese lugar donde, sostuvo, siguieron golpeándolo.

“Al interior de esa van sigue la tortura de mi amigo Javier, nos trasladan rápidamente al CAI de Villa Luz. Yo me bajo por mis propios medios, me empujan, entro al CAI y me empujan hacia la parte del fondo del CAI. Cuando yo veo a Javier, él ya venía muy débil, con la cabeza agachada, muy disminuido, ahí lo siguen golpeando, lo empujan, lo tiran en el piso y él se encontraba esposado, estaba totalmente inmovilizado, él no podía hacer absolutamente nada y lo botan a mis pies”.

Pese a sus súplicas, afirma, los uniformados “nunca lo ayudaron, ellos solo se acercaban para agredirlo verbal o físicamente”.

Y vio cómo llegaron “muchos más policías, tal vez cuatro o cinco, no estoy seguro de la cantidad, pero eran varios. Entran al CAI, ven a mi amigo Javier en el piso, esposado; me ven a mí contra la pared, esposado; ven que lo están lastimando y no le prestan ayuda”, dijo.

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Con un amigo en común, que arribó poco después, logró convencer a los patrulleros de trasladar a la víctima al Hospital María del Lago.

“Cuando yo siento a Javier, me doy cuenta de que él está totalmente pálido, tiene su ojo totalmente hinchado, una parte de su cara está totalmente hinchada, tiene marcas por todo el cuerpo”, relató.

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“Todo el camino le dábamos palmadas en los cachetes. Yo le traté de abrir los ojos, le puse la mano en la nariz. Mi amigo Juan David le hacía en la cara, le decía: ‘Javi, reacciona. Javi, reacciona”. Yo le hacía en la pierna, le hacía en el estómago como tratando de calentarlo para ver si de pronto él reaccionaba, pero él nunca abrió los ojos”, afirmó.

“Llegamos en la patrulla a la Clínica María del Lago, yo me bajo como loco y lo sentamos en la silla de ruedas y esta imagen a mí nunca se me va a borrar de la mente porque cuando tratamos de sentarlo en la silla de ruedas él quedó así, quedó así (hace gesto del cuerpo desgonzado hacia atrás), quedó en esa posición con los ojos cerrados”, precisó.

Entre el llanto, describió cómo los médicos confirmaron su deceso: “Sale una doctora, ella se arrodilla, me pone la mano y me dice: 'lo siento mucho, no se pudo hacer nada porque su amigo ya llegó muerto'. Uno no puede describir lo que siente en ese momento”.

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