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¿Volveremos a reunirnos, ir a eventos multitudinarios y abrazar en el 2021?

Hasta que 35 millones de personas no estén vacunadas, es muy probable que los colombianos tengan que seguir usando el tapabocas. Algunas costumbres se habrán quedado para siempre.

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Harvey Lozano tiene 59 años, una vida como profesor universitario y la convicción de que falta mucho para volver a ese mundo prepandémico: sin tapabocas, geles y cuarentenas. Ah, y sin miedo.

“Esta indumentaria que tengo para salir a caminar creo que la vamos a seguir usando durante bastante tiempo”, dice.

Entre la capucha, la gorra y el tapabocas, apenas deja ver sus ojos. Así siempre sale a la calle, un atuendo inmodificable que le dicta su sentido de supervivencia para proteger a los suyos del COVID-19, empezando por su madre de 85 años.

“Yo soy hincha de Millonarios, yo voy al Campín, trato de respetar a los demás y que me respeten. Sueño con ese día, pero sé que estar con mis amigos en el Campín haciéndole barra a mi equipo está un poco más lejos de lo que yo quisiera. Creo que antes del segundo semestre del 2021 no va a ocurrir eso”, indica Harvey.

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Sus cálculos de transeúnte coinciden con los del infectólogo Carlos Arturo Álvarez.

“Una vez haya un porcentaje importante de personas recuperadas y personas vacunadas que logren llegar a ese número mágico del 70% de la población será momento en que podemos empezar a quitarnos los tapabocas y volver a tener otra vez una vida como la conocíamos antes de febrero de 2020”, indica Álvarez.

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Es decir, hasta que cerca de 35 millones de colombianos no estén vacunados el 2021 será como un 2020 extendido. O peor, pues hay una nueva cepa circulando y los coletazos de la indisciplina de diciembre apenas alzan la cabeza mientras que las UCI bordean el colapso.

“Creo que el uso del tapabocas se va a quedar por un periodo largo de tiempo, creo que vamos a seguir viendo el tapabocas por al menos un año más”, cree Javier Jaimes Olaya, doctor en Microbiología.

Olaya, investigador asociado de la Universidad de Cornell en Estados Unidos y doctorado en Microbiología, dice que aún con la pandemia controlada, el tapabocas seguirá de largo. Sobre todo en el transporte público, donde el tumulto hace fiesta, y aunque es muy probable que vuelvan las aglomeraciones en el futuro, el saludo de beso de antes entró probablemente en vía de extinción.

¿Volverán los conciertos multitudinarios, la vida nocturna y el baile apeñuscado, la montonera en las playas y el contacto de ese mundo remoto previo a marzo de 2020? Los expertos creen que sí, pero estamos lejos de esa realidad todavía.

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Todo depende de la velocidad ya no del contagio, sino de la vacuna masiva.

“La vacuna nos da una gran esperanza, nosotros estábamos esperando la vacuna para febrero y quizá a lo largo del año vamos a quedar vacunados la gran mayoría. Entonces con ella vamos a empezar a retornar a nuestra vida. Es probable que vayamos a dejar el tapabocas, pero es muy poco probable que olvidemos la lavada de manos (…) y seguramente la distancia social la vamos a mantener un poco, pero vamos a volver a los conciertos, vamos a volver a nuestras fiestas y tenemos que volver a nuestra vida normal”, cree María Fernanda Gutiérrez, bacterióloga y viróloga.

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Antes de esas cuentas felices, hay que seguir combatiendo la pandemia de esta pandemia: la desinformación.

Porque el conteo de muertos se sigue ensanchando: Paulina Blanco, de 72 años, da constancia de ello.

“Empezando, mi cuñada se murió, se murieron tres compadres míos, cantidad de gente se ha muerto de Covid”, dice.

Fernanda del Pino es bióloga y últimamente practica deporte sobre una cuerda. Mientras se mueve de guardar el equilibrio, afirma que la pandemia nos encaró como sociedad con el mito del superhombre que no acepta que es una especie más sobre la Tierra.

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¿Qué quedará después de todo esto?

“Yo a mi abuela la abrazo ahora en las rodillas. Sí, para poderla abrazar, porque a uno le da miedo. Entonces queda que a uno le dé miedo de contagiar a otro y obviamente hay regulación social en algunos grupos”, dice.

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Esa misma cuerda de Fernanda parece la alegoría perfecta de la Colombia de hoy: un país de equilibristas entre la salud y la vida.

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