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Ben Koracevic, el hombre que une clavos e hilo para crear verdaderas obras de arte

Ben Koracevic puede gastar hasta 2.500 metros de hilo y miles de puntillas en sus esculturas, que llaman la atención de sus más de 118.000 seguidores en las redes sociales, a quienes deslumbra con sus ocurrencias.

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El artese puede expresar de diferentes maneras y siempre es espectacular, o que lo diga Ben Koracevic, el hombre que crea piezas de colección utilizando clavos e hilo. A simple vista, sus esculturas parecen hechas con lápiz, pero el trabajo va mucho más allá.

Este artista, con clavos, contornea la figura de lo que va a realizar y luego empieza a dibujar con diferentes tipos de hilo.
Una sola obra de Ben Koracevic puede ocupar 2.500 metros de hilo y miles de clavos. Todas estas esculturas tienen creatividad, pasión y muchísimas horas de trabajo.

El llamado chico del arte de cuerdas tiene más de 118.000 seguidores en su cuenta de Instagram, lugar en el que los internautas no se ahorran ningún elogio a la hora de hablar de sus creaciones.

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Un domiciliariocompartió en su cuenta de TikTok lo que hizo por dos abuelitos que no tienen hogar y suelen dormir cerca de un puente en Perú. Dice que dio a conocer la historia porque busca que otros, como él, les den una mano a los habitantes de calle de la tercera edad.

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En su publicación, el joven relató que lo llamaron para hacer una última entrega de comida. Pasaba la una de la madrugada y el repartidor llegó al sitio, pero el cliente, afirmó, nunca apareció ni le respondió.

“Lo estuve esperando como 30 minutos y nunca salió”, aseguró el domiciliario, que se identifica como Mr. Jeimspe en sus redes sociales.

El domiciliario sostuvo en su relato que le escribió “al chat del aplicativo y no respondía". "Le llamé como 23 veces y no respondía, toqué el timbre muchas veces y tampoco respondía", anotó.

Como el cliente no apareció, el joven se contactó con el soporte de Rappi, empresa para la que trabaja, y le "pidieron que aguardara diez minutos más a lo que ellos se comunicaban con el cliente”.

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Esperó hasta las dos de la madrugada, momento en que la compañía se comunicó con él: “Me dijeron que tenía que devolver el pedido mañana o de lo contrario tendría que pagarlo”.

El domiciliario pensó que era una “estupidez devolver mañana cuando es comida y la comida se malogra”.

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Por eso, decidió pagar la comida y buscar a dos abuelitos que dormían en la calle, a unos kilómetros de donde él estaba a esa hora.

“A pesar de no tener nada, ni siquiera una camita dónde dormir, los señores son muy aseados”, dijo al hablar sobre las personas a las que les regaló los alimentos.

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