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¿Cuáles son realmente los riesgos de marchar en las calles en plena pandemia?

Aunque evidencia científica muestra que si se cumplen las medidas de bioseguridad la probabilidad de contagio es baja, el uso de gases, aglomeraciones y no usar tapabocas podría disparar el COVID-19.

Manifestaciones durante la pandemia

Protestar es un derecho legítimo; sin embargo, según médicos, hacerlo durante una pandemia como la que vivimos implica priorizar el autocuidado debido a que el solo hecho de salir aumenta la exposición al coronavirus.

Son varios los países que han protestado durante la crisis sanitaria: Alemania, España, México, Gran Bretaña, Suiza y Estados Unidos, entre otros.

En esta última nación es donde se ha recogido más información de las marchas durante el COVID-19 y muestra que en las marchas pasa algo parecido a todas las demás actividades: si la gente sigue los protocolos, es decir, no se quita el tapabocas, guarda la distancia física, además del hecho de que está al aire libre, se reduce la probabilidad de contagio.

Pero todo puede cambiar cuando los manifestantes se quitan las mascarillas, gritan, comparten alimentos, tienen contacto físico cercano -por ejemplo, los que protestan y policías-, usan gases o espráis que aumentan las secreciones y provocan que la gente tosa.

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“Toda aglomeración implica un incremento de riesgo de contagio, entonces si bien es fundamental proteger el derecho constitucional a la manifestación pacífica, también es importante que quienes participan en las protestas sigan algunas recomendaciones básicas”, señala Javier Narváez, médico salubrista y epidemiólogo.

Hay factores adicionales que pueden aumentar la probabilidad de contagio, como “el posible riesgo de una detención en un espacio cerrado, poco ventilado”, dice el experto.

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Además de eso, “es preocupante, ya que gran parte de estas marchas se efectúa no en movimiento constante, sino que por momentos se detiene y también con gritos y cánticos que pueden aumentar la transmisión de partículas aerosolizadas”, recalcó Óscar Cingolani, de la Universidad Johns Hopkins.

Wilmar Maya, jefe de enfermedades infecciosas de la Clínica Las Américas, reconoce que “los ciudadanos tienen derecho a protestar pacíficamente, pero en un momento tan complejo como este se deberían buscar otros mecanismos de protesta por el bien y la salud pública, pues el sistema de salud está altamente congestionado”.

En Estados Unidos han hechos guías y recomendaciones para garantizar la mayor protección de la población antes, durante y después de una marcha, un trabajo que requiere participación y compromiso ciudadano y de las autoridades.

Entre lo estipulado está “tratar de que las marchas sean silenciosas y con pancartas, pero no con cánticos ni gritos, tratar de que cada uno de los participantes de estas marchas usen barbijo bien puesto cubriendo la nariz y la boca y que se mantenga un distanciamiento de seis pies”, explica Cingolani.

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Por su parte, el médico Narváez sugiere que los manifestantes, “después del evento deberían hacer una vigilancia estrecha de sus síntomas para que en caso de que se presente una enfermedad por COVID se pueda diagnosticar, tratar y aislar oportunamente”.

Recuerde que mientras haya personas susceptibles, pocos vacunados y variantes más contagiosas hay que seguir protegiéndose y si llega a haber heridos o intoxicados en las marchas se complica aún más la situación que, ya de por sí, es muy grave en muchos hospitales por el coronavirus.

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